CURACIÓN DE LA ABUELITA.
 
Curación de “la abuelita”, ocurrida en el verano de 2005, contada por la celadora de la Virgen Peregrina.
“Uno de mis recuerdos es el de una anciana que estaba en silla de ruedas, y vivía en una casa del barrio de Santa Isabel. Cuando la llevé la Virgen, estaba en compañía de su hija, su nieta y su bisnieta (cuatro generaciones).
“Durante el rezo del Santo Rosario, a las doce de la noche, empezaron todas a oler a rosas, extrañándose mucho, porque no tenían esta flor en el jardín  y el olor era muy intenso. Se llenaron todas de una alegría muy grande, dándose cuenta que aquél olor no era nada normal. La abuelita empezó a pedir a la Virgen poderse levantar de la silla de ruedas e ir por su propio pie al servicio. Esa petición la hizo debido a que estaba muy gruesa y entre su hija y la nieta no podían con ella. A la mañana siguiente se sorprendieron las tres al verla en el aseo sola. Este inmenso favor se lo atribuyen a María Rosa Mística. Así vivió unos seis meses hasta su muerte en enero de 2006. Aún se conserva en la casa la estructura para subir a motor la silla de ruedas del primer al segundo piso. 
 

EL MILAGRO DE SOLEDAD (01/12/06).
 
Iba a llevar la Santísima Virgen a cada una mamá muy joven, cuando resonaba en mi oído “Soledad, Soledad”, varias veces; entonces sentí que debía llevar la Virgen Peregrina  a esta señora y no a la que en principio pensaba

Al llevársela me acompañaba mi hija Macarena. Soledad recibió a la Virgen con mucha alegría y emoción, pues no la esperaba.  Le rezamos las oraciones de entrada y me comentó que el ir a su casa era providencial, pues estaba esperando que la operasen muy pronto  de un cáncer de  mama bastante grande.
Luego nos contó que durante la semana que estuvo en su piso La Santísima Virgen, al entrar al salón, percibía un fuerte olor a rosas y flores, y que le parecía, mientras rezaba el Rosario, que la Virgen le sonreía.
Llegado el día de la operación, la hospitalizaron, le pusieron el suero y la bajaron al quirófano. Poco antes de anestesiarla, el cirujano, para saber bien dónde podía empezar a cortar, le hizo una exploración en la mama, la  palpaba y  palpaba, y por más que lo intentaba, no encontraba ningún rastro del tumor.
Sorprendido, el cirujano le preguntó qué había pasado, pues había desaparecido el bulto totalmente, y ella, exclamó: ¡Bendito sea el poder de Dios!, a lo que contestó: ¡Pues sí, esto es un milagro!. Le habían hecho mamografías y toda clase de pruebas, donde era evidente un tumor muy grande, visible al exterior y ya no se percibía nada de dicho tumor.
Marchó a su casa esa misma mañana, muy agradecida, atribuyendo esa gracia a la Virgen María Rosa Mística.
La Virgen entró en su casa el 25 de noviembre y se le recogió el 2 de diciembre. Posteriormente fue a dar este testimonio en nuestro Apostolado el 4 de diciembre, después del Rosario.