INTRODUCCIÓN
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús del P. Alcañiz, editada en
forma de pequeño folleto en 1951 (20ª Edición) es un magnífico instrumento para
llegar a la intimidad del amor de Jesucristo, que encontramos en su Sagrado
Corazón.
Esta devoción ha sido refrendada en numerosas ocasiones por el
Magisterio de la Iglesia, y por los Papas Pío XII, Benedicto XV, León XII y
Juan Pablo II, existiendo tres grandes encíclicas referentes al Sagrado
Corazón: Anum Sacrum; Miserentísimus Redemptor y Haurietis Aquas.
La Consagración del P. Alcañiz está inspirada en los escritos de tres
grandes Apóstoles del Sagrado Corazón: Sta. Margarita María Alacoque
-fundamentalmente-, P. Bernardo de Hoyos y Sor María del Divino Corazón. Las
transcripciones directas de sus escritos aparecen en el texto entrecomilladas.
El P. Alcañiz nos pone en contacto directísimo con el Sagrado
Corazón utilizando para ello la primera persona, ya que toda la consagración se
basa en revelaciones del Corazón de Jesús a sus elegidos, y de esta manera
nosotros al leer el escrito también nos convertimos en receptores directos de
las inspiraciones que el Amor de Jesús sugirió a sus predilectos.
Ramóm
Horn
Por
P.
Florentino Alcañiz S.I.
(Sta. Margarita María Alacoque)
I LA IMPORTANCIA
DE LA CONSAGRACIÓN
TRES CLASES DE ALMAS
Descansa un poquito, alma cristiana, del tráfago de la vida y
escucha las amorosas palabras del Corazón de Jesús, de ese Dios de amor y
misericordia que tanto anhela tu bien.
Dime, hijo mío, ¿eres feliz? ¿Estás
contento? ¿Tu corazón tiene paz? ¿Goza de aquella tranquilidad en lo hondo
parecida a la quietud de la arena que descanso en el fondo de los mares muy
profundos?
Tal
vez eres de esas almas desgraciadas que lloran por encontrarse caídas a cada
paso en la culpa, pero que a manera de palomas que tuviesen las alas
apelmazados de cieno, parece que no pueden acabar de levantarse. Tal vez eres
de esas otras que caminan arrastrando por la senda pendiente y estrecha de la
virtud con la fría languidez de esa tisis del espíritu que se llama tibieza.
Tal vez, en fin, seas de aquellas, ni pecadoras ni tibias, pero en cuya mirada
triste se ve retratado el desaliento: almas que, o bien a la manera de águilas,
con los vuelos recortados, se pasan toda la vida en lanzarse a los espacios y
caer mil veces en tierra desalentadas, o bien, al modo de caminantes que
marchasen por un arenal inmenso, se desaniman y hastían de andar y andar tantos
años y tan poco adelantar. ¡Cuánta compasión me causan todas estas pobrecitas
almas! ¡Y son tantas!
UN GRAN REMEDIO
Sin embargo, oye las consoladoras ideas que he comunicado Yo a mis
confidentes íntimos para que fuesen como acueductos de plata o como cables
eléctricos, por medio de los cuales se trasmitiesen al mundo las luces y los
ardores de mi Corazón amante.
"Los
tesoros de bendiciones y de gracias que este Sagrado Corazón encierra son
infinitos; yo no sé que haya ningún ejercicio de devoción en la vida
espiritual, que sea más a propósito para levantar un alma en poco tiempo a la
perfección más alta y para hacerla gustar de las verdaderas dulzuras que se
encuentran en el servicio de Jesucristo".
"Yo
no sé, mi querida madre (Se dirige a la Madre Superiora), si comprenderá Vd. lo
que es la devoción al Corazón de Ntro. Señor Jesucristo de que le hablo, la
cual produce un gran fruto y cambio en todos aquellos que se consagran a ella y
se entregan con fervor".
"Cuanto a las personas
seglares, ellas hallarán por medio de esta amable devoción todos los socorros
necesarios a su estado; esto es: la paz en sus familias, el alivio en sus
trabajos, las bendiciones del cielo en todas sus empresas, el consuelo en sus
miserias; y en este Sagrado Corazón encontrarán su lugar de refugio durante la
vida y principalmente a la hora de la muerte. ¡Oh qué dulce es morir después de
haber tenido una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón de Jesús"
"Sobre todo haga Vd. Porque la abracen las personas religiosas, porque
sacarán de ella tantos auxilios, que no será necesario otro medio para
restablecer el fervor primitivo y la más exacta regularidad en las comunidades
menos observantes, y llevar al colmo de la perfección a las que viven en la más
perfecta observancia".
Un viernes, durante la sagrada
Comunión, dijo El a su indigna esclava, si mal no recuerdo, estas palabras:
"Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que su amor
todopoderoso concederá a cuantos comulguaren nueve Primeros Viernes de mes
seguidos la gracia de la penitencia final, o sea que no morirán en desgracia
mía, ni sin recibir los Sacramentos, y que mi Corazón se constituirá en seguro
asilo de ellos en aquel postrer momento".
"Nuestro
glorioso protector San Miguel acompañado de innumerable multitud de espíritus
angélicos, me certificó de nuevo estar él encargado de la causa del Corazón de
Jesús, como de uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de
la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha que
el mundo es mundo..... Este misterio escondido a los siglos, este sacramento
manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado en la mente divina a
favor de los hombres y descubierto ahora a la Iglesia, es uno de los que, por
decirlo así, se llevan las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de
la gloria del Salvador".
"Parecióme ver (Interiormente) que esta
luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable derramaba sus rayos sobre la
tierra, primero en un espacio reducido, y que luego se extendían hasta iluminar
el mundo entero. Y me dijo: con el resplandor de esa luz, los pueblos y las
naciones serán iluminados y con su ardor recaldeados".
Dime
ahora, con toda sinceridad, hijo mío, si después de leer estas ideas ¿no
comienzas casi casi a persuadirte de que la devoción al Corazón de Jesús es
algo grande en el mundo? Sí, hijo mío; si lo dudas, estudia con detención este
asunto y te convencerás por ti mismo; esta convicción personal desearía Yo en todos mis fieles, sobre todo en mis
sacerdotes y en mis religiosos; no creer porque se ha oído, sino conocer porque
se ha visto, de esta manera se forman los convencidas, que son los que hacen
algo en la tierra. ¡Oh, si lograse que tú fueses uno de esos convencidos de mi
Corazón divino!
DOS CLASES DE DEVOCIÓN
Yacen Mis alhajas más preciosas allá en el fondo del cofre, porque
todavía quedan muchos que no han caído enteramente en la cuenta. Esta devoción
divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo el campo de la iglesia;
generalmente se explotan las capas más exteriores que se hallan a flor de
tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy poco trabajo puede
aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, p. e¡., la Comunión de los Primeros
Viernes de mes Y la Consagración de las familias? ¿Quién no asiste de cuando en
cuando a alguna fiesta en mi honor? ¿Quién no tiene su nombre escrito en la
lista de alguna Congregación y cumple con una u otra de sus prácticas más
fáciles? Todos estos son viajeros que, al Pasar Por el filón, se detienen un
momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y continúan su
camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se lanzan a ahondar de lleno en la
mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.
II LA
CONSAGRACIÓN
En efecto,
la Consagración es 1a práctica fundamental
de la devoción a mi corazón divino. Pero ¡cuanta rutina se observa ya en este punto! Cuántas
personas piadosas están haciendo cada día consagraciones que hallan en los
libros píos, y, sin embargo, no son almas consagradas de verdad; más bien que
hacer consagraciones las rezan, son rezadoras de consagraciones. Oye, hilo mío,
en qué consiste la Consagración completa según Yo mismo enseñé a mis amigos más
íntimos, según ellos lo explicaron en sus diversos escritos, y según lo dejaron
confirmado con su ejemplo.
UN PACTO
LA
Consagración puede reducirse a un pacto: a aquel que Yo pedí a mi primer
apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y antes, en términos equivalentes, a mi
sierva Santa Margarita: Cuida tú de mi honra y de mis cosas; que mi Corazón
cuidará de ti y de las tuyas. También contigo desearía hacer este pacto. Yo,
que como señor absoluto podría acercarme exigiendo sin ningunas condiciones,
quiero pactar con mis criaturas. Y tú ¿no quieres pactar con migo? No tengas miedo
que hayas de salir perdiendo. Yo en los tratos con mis criaturas, soy tan
condescendiente y benigno, que cualquiera pensaría que me engañan. Además, es
un convenio que no te obligará de suyo ni bajo pecado mortal, ni bajo pecado
venial; Yo no quiero compromisos que te ahoguen; quiero amor, generosidad, paz:
no zozobras ni apreturas de conciencia.
Ya ves que el pacto tiene dos
partes: una que me obliga a Mí, y otra que te obliga a ti. A Mí, cuidar de ti y
de tus intereses; a ti, cuidar de Mí y de los míos, ¿Verdad que es un convenio
muy dulce?
PRIMERA PARTE
DE LA CONSAGRACIÓN
Principiaremos
por la parte mía: Yo cuidaré de ti y de tus cosas. Para eso es necesario que
todas, es a saber: alma, cuerpo, vida, salud, familia, asuntos, en una palabra:
todo, lo remitas plenamente a la disposición de mi suave providencia y que me
dejes hacer. Yo quiero arreglarlas a mi gusto y tener las manos libres. Por eso deseo que me des todas las llaves;
que me concedas licencia para entrar y salir cuando Yo quiera; que no andes
vigilándome para ver y examinar lo que hago; que no me pidas cuenta de ningún
paso que dé, aunque no veas la razón y aun parezca a primera vista que va a
ceder en tu daño; pues , aunque tengas muchas veces que ir a ciegas, te
consolará el saber que te hallas en buenas manos. Y cuando ofreces tus cosas,
no ha de ser con el fin precisamente de que Yo te las arregle a tu gusto,
porque eso ya es ponerme condiciones y proceder con miras interesadas sino para
que las arregle según me parezca a Mí; para que proceda en todo como dueño y
como rey, con entera libertad aunque prevea alguna vez que mi determinación te
haya de ser dolorosa. Tú no ves sino el presente, Yo veo lo porvenir; tú miras
con microscopio, Yo miro con telescopio de inconmensurable alcance; y
soluciones, que de momento parecerían felicísimas, son a veces desastrosas para
lo que ha de llegar; fuera de que en ocasiones, para probar tu fe y confianza
en Mí y hacerte merecer gloria, permitiré de momento, con intención deliberada,
el trastorno de tus planes.
Mas
con esto no quiero que te abandones a una especie de fatalismo quietista y
descuides tus asuntos interiores. Debes seguir como ley aquel consejo que os
dejé en el Evangelio: "Cuando
hubiéreis hecho cuanto se os había mandado, decid: siervos inútiles somos".
Debes en cualquier asunto tomar todas las diligencias que puedas, como si el
éxito dependiera de ti sólo, y después decirme con humilde confianza:
"Corazón de Jesús, hice, según mi flaqueza, cuanto buenamente pude; lo
demás ya es cosa tuya, el resultado lo dejo a tu providencia". Y después
de dicho esto procura desechar toda inquietud y quedarte con el reposo de un
lago en una tranquila tarde de otoño.
LO QUE SE DEBE OFRECER
Como dije, debes ofrecerme todo sin excluir absolutamente nada,
pues sólo me excluyen algo las personas que se fían poco de Mi.
EL ALMA - Ponla en mis manos: tu
salvación eterna, grado de gloria en el cielo, progreso en virtud, defectos,
pasiones, miserias, todo. Hay algunas personas que siempre andan henchidas de
temores, angustias, desalientos por las cosas del espíritu. Si esto es, hijo
mío, porque pecas gravemente,
está muy justificado. Es un estado tristísimo el del pecado mortal, que a todo
trance debes abandonar en seguida, ya que te hace enemigo formal mío.
Esfuérzate, acude a Mí con instancia, que Yo te ayudaré mucho, y sobre todo
confiésate con frecuencia, cada semana, si puedes, que este es un excelente
remedio. Caídas graves no es obstáculo para consagrarte a Mí, con tal que haya
sincero deseo de enmienda, la Consagración será un magnífico medio para salir
de este estado.
Hay otra clase de personas que no
pecan mortalmente, y sin embargo, siempre están interiormente de luto, porque
creen que no progresan en la vida espiritual. Esto no me satisface. Debes
también aquí hacer cuanto buenamente puedas según la flaqueza humana, y lo
demás abandonarlo a Mí. El Cielo es un jardín completísimo, y así debe contener
toda variedad de plantas; no todo ha de ser cipreses, azucenas y claveles;
también ha de haber tomillos; ofrécete a ocupar ese lugar. Todas esas amarguras
en personas que no pecan gravemente nacen de que buscan más su gloria que la
mía. La virtud, la perfección tiene dos aspectos: el de ser bien tuyo, y el de
ser bien mío; tu debes procurarla con empeño, mas con paz, por ser bien mío,
pues lo tuyo, en cuanto tuyo, ya quedamos en que debes remitirlo a mi cuidado.
Además, debes tener en cuenta que si te entregas a Mí, la obra de tu perfección
más bien que tú la haré Yo.
EL CUERPO - También
Yo quiero encargarme de tu salud y tu vida, y por eso tienes que ponerlas en
mis manos. Yo sé lo que te conviene, tú no lo sabes. Toma los medios que
buenamente se puedan para conservar o recuperar la salud, y lo demás remítelo a
mi cuidado, desechando aprensiones, imaginaciones, miedos, persuadido de que no
de medicinas ni médicos, sino principalmente de Mí vendrá la enfermedad y el
remedio.
FAMILIA - Padres,
cónyuges, hijos, hermanos, parientes. Hay personas que no hallan dificultad en
ofrecérseme a sí, pero a veces se resisten a poner resueltamente en mis manos
algún miembro especial de su familia a quien mucho aman. No parece sino que voy
a matar incontinenti todo cuanto a mi bondad se confíe. ¡Qué concepto tan pobre
tienen de Mí! A veces dicen que en sí no tienen dificultad en sufrir, pero no
quisieran ver sufrir a esa persona; creen que consagrarse a Mí y comenzar a
sufrir todos cuantos les rodean, son cosas inseparables. ¿De dónde habrán
sacado esa idea? Lo que sí hace la Consagración sincera, es suavizar mucho las
cruces que todos tenéis que llevar en este mundo.
BIENES DE FORTUNA - Fincas,
negocios, carrera, oficio, empleo, casa, etc. Yo no exijo que las almas que me
aman abandonen estas cosas, a no ser que las llame al estado religioso. Todo lo
contrario; deben de cuidar de ellas ya que constituyen una parte de las
obligaciones de su estado. Lo que pido es que las pongan en mis manos, que
hagan lo que buenamente puedan, a fin de que tengan feliz éxito; pero el
resultado me lo reserven a Mí sin angustias ni zozobras, ni medio
desesperaciones.
BIENES ESPIRITUALES - Ya sabes
que todas las acciones virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los
sufragios que después de tu muerte se ofrezcan por tu descanso, tienen una
parte a la cual puedes renunciar en favor de otras personas ya vivas o ya
difuntas. Pues bien, hijo mío, desearía que de esa parte me hicieras donación
plena, a fin de que Yo la distribuya entre las personas que me pareciere bien.
Yo sé, mejor que tú, en quienes precisa establecer mi reinado, a quienes hace
más falta, en donde surtirá mejor efecto, y así podré repartirla con más
provecho que tú. Pero esta donación no es óbice para que ciertos sufragios que
o la obediencia o la caridad o la piedad piden en algunas ocasiones puedas
ofrecerlos tú.
Todo, pues, has de entregármelo con
entera confianza, para que Yo lo administre como me parezca y, aunque no debes
hacerlo con miras interesadas ya verás cómo, a pesar de que en ocasiones
sueltas pondré a prueba tu confianza haciendo que salgan mal, sin embargo, en
conjunto, tus asuntos han de caminar mejor; tanto mejor, cuanto tú le tomes
mayor interés por los míos. Cuanto más pienses tú en Mí, más pensaré Yo en ti;
cuanto más te preocupes de i gloria, más me preocuparé de la tuya; cuanto más
trabajes por mis asuntos, más trabajaré por los tuyos. Tienes que procurar,
hijo mío, ser más desinteresado. Hay algunas personas que sólo piensan en sí;
su mundo espiritual es un sistema planetario, en el cual ellos ocupan el
centro, y todo lo demás, incluso mis intereses, al menos prácticamente son
especies de planetas que giran en derredor; este egocentrismo interior es mal
sistema astronómico.
SEGUNDA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN
Hijo mío, hemos llegado con esto a la segunda parte de la
Consagración: cuida tú de mi honra y de mis cosas. Ésta es la parte para ti más
importante, porque en rigor es la propiamente tuya. La anterior era la mía: si
en ella te pedía aquella entrega de todo era con el fin de tener las manos
libres para cumplir la parte del convenio que me toca; mas la tuya, en la que
debes poner toda la decisión de tu alma, la que ha de formar el termómetro que
marque los grados de tu amor para conmigo, es la presente: el cuidar de mis
santos intereses.
¿Sabes
cuales son mis intereses? Yo, hijo mío, no tengo otros que las almas: éstas son
mis intereses y mis joyas y mi amor; quiero, como decía a mi sierva Margarita,
establecer el imperio de mi amor en todos los corazones. No ha llegado todavía
mi reinado; hay cierta extensión externa en las naciones católicas, pero este
reinado hondo, por el cual el amor para conmigo sea quien no de nombre, sino de
hecho mande, gobierne e impere establemente en el alma, ese reinado ¡qué poco
extendido está aún en los pueblos cristianos! Y no es que el terreno falte; son
numerosas las almas preparadas para ello, y cada día serán más, lo que falta
son apóstoles; dame un corazón tocado con este divino imán, y verás qué
prontamente quedan imantados otros.
MANERAS DE APOSTOLADO
¡Qué fácil es ser mi apóstol! No hay edad, ni sexo, ni estado, ni
condición que puedan decirse ineptos. ¡Son tantos los modos de trabajar!
Míralos:
1º La oración: O sea
pedir al cielo mi reino continuamente: pedirlo a mi Padre, pedírmelo a Mí, a mi
Madre, a mis Santos. Pedirlo en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de
tus ocupaciones diarias. "¡Que
reines!, Corazón Divino"; esta ha de ser la exclamación que en todo el
día no se caiga de tus labios; repítela diez, veinte, cincuenta, cien,
doscientas veces por día, hasta que se haga habitual; busca mañas e industrias
para acordarte.
¿Quién
no puede ser apóstol? ¡Y qué buen apostolado este de oración por instantánea! Dame
una muchedumbre de almas lanzando de continuo estas saetas, y dime si no harán
mella en el Cielo; son moléculas de vapor que se elevan, forman nubes y se
deshacen después en lluvia fecundante sobre el mundo. 2º El sacrificio: Primero pasivo
o de aceptación. ¡Cuántas molestias, disgustos, malos ratos, tristezas,
sinsabores, pequeños o grandes, suelen sobreveniros a todos, como
sobreviniéronme a Mí, a mi Madre y a mis Santos! Pues bien, todo eso, llevado
en silencio, con paciencia y aún con alegría, si puedes; todo eso, llevado en
silencio, con paciencia y aun con alegría, si puedes; todo eso, ofrecido porque
reine, ¡qué apostolado tan rico! Hijo mío, la cruz es lo que más vale, porque es lo que más cuesta. ¡Cuántas cruces
se estropean tristemente entre los hombres! ¡Y son joyas tan preciosas! En
segundo lugar, el sacrificio activo
o de mortificación; procura habituarte al vencimiento frecuente en cosas
pequeñas, práctica tan excelente en la vida espiritual. Vas por la calle y te
asalta el deseo de mirar tal objeto, no lo mires; tendrías gusto en probar tal
golosina, no la pruebes; te han inculpado una cosa que no has hecho, y no se
sigue gran perjuicio de callarte, cállate, y así en casos parecidos, y todo
porque Yo reine. Y si tu generosidad lo pide, puedes pasar a penitencias
mayores. Ya ves ¡qué campo de apostolado se presenta ante tus ojos, y este sí
que es eficaz! 3º Ocupaciones diarias: Algunas personas
dicen que no pueden trabajar por el
reinado del Corazón de Jesús por estar muy ocupadas, como si los deberes de su
estado, las obligaciones de su oficio y sus quehaceres diarios, hechos con
cuidado y con esmero no pudieran convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo
mío, todo depende de la intención con que se hagan. Una misma madera puede ser
trozo de leña que se arroje en una hornilla, o devotísima imagen que se ponga
en un altar. Mientras te ocupas en eso procura muchas veces levantar a Mí tus
ojos y como saborearte en hacerlo todo bien, para que todas tus obras sean
monedas preciosísimas que caigan en el cepillo que guardo para la obra de mi
reinado en el mundo. Debes también esforzarte, aunque con paz, por ser cada día
más santo; porque cuanto más lo seas, tendrá mayor eficacia lo que hicieres por
mi gloria. 4º La propaganda: A veces
pudieras prestar tu favor a alguna empresa de mi Corazón divino; recomendar tal
o cual práctica a las personas que están a tu alrededor, ganarlas si puede ser,
a fin de que se entreguen a Mí como te entregaste tú. Y sí tienes dificultad en
hablar, una hoja o un folleto no la tienen; dalo o recomiéndolo; colócalo otras
veces en un sobre y envíalo de misión a cualquier punto del globo. ¡Cuántas
almas me han ganado donde menos se pensaba estos misioneros errabundos!
¡Ya ves si existen maneras de
trabajar por mi reino! Si no luchas, no será por falta de armas, No hay momento
en todo el día en que no puedas manejar alguna de ellas. Debes imitar al
girasol o al heliotropo, que miran sin cesar al astro rey. Es muy fácil ser mi
apóstol. Y ¡qué cosa tan hermosa una vida de continuo iluminada por este ideal
esplendoroso! ¡Todas las obras del día selladas con sello de apostolado, y del
apostolado magnífico del amor! ¡Todas las obras del día convertidas en oro de
caridad! A la hora de la muerte, qué dulce será, hijo mío, echar una mirada
hacia atrás y ver cinco, diez, veinte o más años de trescientos sesenta y cinco
días cada uno, pasados todos los días así.
LA
REPARACIÓN
¿Quieres amarme de veras? Dos cosas hace el amor:: procurar a quien se ama
todo el bien de que carezca, y librarle del mal que sobre él pesare. Con el
apostolado me procuras el bien, me das las almas; con la reparación me libras
del mal, lavas mi divino honor de las manchas que le infieren los pecados. Sí,
hijo mío, puede una injuria borrarse, dando una satisfacción. Y ¡cuántas
podrías tú darle no sólo por tus pecados, sino por los infinitos que cada día
se cometen! Yo no quiero agobiarte con mil prácticas; las mismas oraciones,
sacrificios, acciones de cada día y propaganda entusiasta que sirven de
apostolado, sirven de reparación si con esa intención se hacen, ¡Que reines,
perdónanos nuestras deudas! Porque reines, y por lo que te ofendemos, han de
ser jaculatorias que siempre estén en tus labios. Dos oficios principales tuve
en mi vida terrestre: el de apóstol, que funda el reino de Dios, y el de
sacerdote y víctima que expía los pecados de los hombre. Quiero que los mismos
tengas tú. Con la devoción a mi Corazón divino pretendo hacer de cada hombre
una copia exacta mía, un pequeño redentor. ¡Qué sublime y qué honroso para ti!
CONCLUSIÓN
Ánimo, pues, ¡lánzate! Si mil personas lo han hecho y eran de carne y
hueso cual tú; escoge un día de fiesta, el primero que ahora llegue; te vas
preparando mientras tanto con lectura reposada de todas estas ideas; llegado el
día escogido, confiesas y comulgas con fervor, y cuando dentro de tu pecho me
tuvieres, es la mejor ocasión de hacer tu consagración. Para facilitarte el
trabajo, y porque es muy necesario que la consagración sea completa, ya que ha
de constituir todo un programa de vida, tienes abajo un esbozo con todas las
ideas necesarias. Pero repito, hijo mío, que no te asustes; no te obliga nada
de eso a pecado ni venial, quiero anchura de corazón, generosidad y amor; sólo pido
que te resuelvas a hacer por cumplirla lo que puedas buenamente. ¡Quién no pude
hacer lo que buenamente pueda!
Después no te olvides de volverla a
renovar cada día en la Iglesia o en tu casa, porque el hacerla a diario es
punto muy importante, si no la renuevas cada día pronto la abandonarás; si la
renuevas, acabarás por cumplirla. Así lo hagas, hijo mío. Si con decisión
abrazas este santo derrotero, ¡Qué brisa primaveral, qué corriente de sangre
joven y vigorizante advertirás en tu alma!
Y ahora, hijo mío, dos consejos para terminar: Uno es que procures
no olvidarme en el sagrario. Me agrada el culto a mi imagen, pero más vale mi
persona que mi imagen. La Eucaristía es mi Sacramento porque es el del amor. Yo
quisiera que me recibieses con alguna más frecuencia, y quisiera también verte
alguna vez entre día; ¡no sabes lo que agradezco estas visitas de amigo!;
¡estoy frecuentemente tan solo! El otro consejo es que procures, si es posible,
sacar un ratito al día para leer y meditar cosas de mi corazón; de este modo
poco a poco irás abriendo la concha en que se guarda la perla de esta devoción
divina.
CONSAGRACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
¡Sacratísima reina de los cielos y Madre mía
ambilísima! Yo N.N., aunque lleno de miserias y ruindades, alentado sin embargo
con la invitación benigna del Corazón de Jesús, deseo consagrarme a El; pero,
conociendo bien mi indignidad e inconstancia, no quisiera ofrecer nada sino por
tus maternales manos, y confiando a tus cuidados el hacerme cumplir bien todas
mis resoluciones.
Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de
bondad y de amor, gustoso y agradecido acepto con toda la decisión de mi alma
ese suavísimo pacto de cuidar Tú de mi y yo de Ti, aunque demasiado sabes que
vas a salir perdiendo. Lo mío quiero que sea tuyo; todo lo pongo en tus manos
bondadosas: mi alma, salvación eterna, libertad, progreso interior, miserias;
mi cuerpo, vida y salud; todo lo poquito bueno que yo haga o por mi ofrecieren
otros en vida o después de muerto, por si algo puede servirte; mi familia,
haberes, negocios, negocios, ocupaciones, etc., para que, si bien deseo hacer
en cada una de estas cosas cuanto en mi mano estuviere, sin embargo, seas Tú el
Rey que haga y deshaga a su gusto, pues yo estaré muy conforme, aunque me
cueste, con lo que disponga siempre ese Corazón amante que busca en todo mi
bien.
Quiero en cambio, Corazón amabilísimo, que la vida que me reste no
sea una vida baldía; quiero hacer algo, más bien quisiera hacer mucho, porque
reines en el mundo; quiero con oración larga o jaculatorias breves, con las
acciones del día, con mis penas aceptadas, con mis vencimientos chicos, y en
fin, con la propaganda no estar a ser posible, estar un momento sin hacer algo
por Ti. Haz que todo lleve el sello de tu reinado divino y de tu reparación
hasta mi postrer aliento, que ¡ojalá! Sea el broche de oro, el acto de caridad
que cierre toda una vida de apóstol fevorosísimo. Amén.
Hay concedida indulgencia parcial a
todos los fieles que devotamente reciten esta CONSAGRACIÓN PERSONAL al Sagrado
Corazón de Jesús.
Forma resumida de pacto con el Corazón de Jesús:
"Corazón de Jesús yo cuidaré de tu honra y de tus cosas y tú cuida de mí y
de las mías."