Decálogo de la serenidad
Sólo por hoy trataré de
vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de
una vez.
· Sólo
por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras; no
criticaré a nadie y no pretenderé mejora o disciplinar a nadie, sino a mi
mismo.
· Sólo
por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no
sólo en el otro mundo sino en éste también.
· Sólo
por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias
se adapten a mis deseos.
· Sólo
por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que,
como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es
necesaria para la vida del alma.
· Sólo
por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
· Sólo
por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer y, si me sintiera
ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
· Sólo
por hoy me haré un programa detallado. Quizá no cumpliré cabalmente, pero lo
redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
· Sólo
por hoy creeré firmemente –aunque las circunstancias demuestren lo contrario-
que la buena providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie más existiera en
el mundo.
· Sólo
por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo a gozar de lo
que es bello y de creer en la bondad.
· Puedo hacer bien durante doce horas, lo que me descorazonaría si pensara tener que hacerlo durante toda mi vida.